Argentina, para volver
Por Luis Peralta
A pesar del extraño título del artículo es tan solo un juego de palabras. Pollera, en argentino, es falda. Creo que de todos los palabros nuevos de estos dias es el que más gracia me ha hecho. En lo que sigue voy a contar más o menos lo que pasó o recuerdo que pasó cada día y lo que vi o creí ver.
El viaje era algo así como semiorganizado, donde el semi digamos que es la mitad, parte de las actividades estaban ya contratadas y otra parte era a la aventura. Como incansable compañera de aventuras me acompañaba mi madre (y el adjetivo puede ser muy irónico ;)
Día 1: llegada a Buenos Aires
Después de haber dormido todo el viaje en avión (12 horitas), despierto, llegamos al aeropuerto de Zeiza y resulta que sólo son las 8 de la mañana. Gustazos así hay pocos ;) Lo primero que llama la atención al ir del aeropuerto al propio Buenos Aires es que la forma de conducir no es igual, ni parecida. Se conduce con una especie de agresividad pasiva, donde se impone al que menos le importa su coche (en vez de quién pisa más). La mañana la empleamos en ir a dar una vuelta y pasarnos por la agencia argentina, para que nos dé papeles y cambiar algo de dinero. La tarde la tenía pensada emplear con una amiga de Javo, pero no puede quedar justo ese día, con lo que me apunto a un city tour en minibús. Teniendo en cuenta que sólo iba a estar dos tardes en Buenos Aires me pareció una opción de lo más razonable. Pude ver la calle más ancha del mundo (avenida 9 de Julio), el caminito (donde nació el tango), la casa rosada (por donde han pasado tantos presidentes esta década), el puente de la mujer (de Calatrava), el estadio del Boca Juniors (de lejos) y otras tantas cosas. Coincidió que ese primer día era el primer jueves de mes, que es cuando se reúnen las madres de la plaza de mayo, que se manifestaban junto a otros que pedían la condonación de la deuda externa. Curioso de ver.
Una calle bastante transitada por la cantidad de tiendas que tiene es la calle Florida, por donde me di una vuelta y me convencieron para usar internés un rato (el vicio…).
Día 2: llegada a Calafate
Después de un buen madrugón me dirijo al aeroparque (distinto del aeropuerto de Zeiza, que es internacional) con la intención de partir hacia Calafate, al sur de Argentina. De nuevo, me paso todo el viaje durmiendo y llegamos allí como a las dos de la tarde. Como esta escapada formaba parte de lo organizado, allí vinieron a buscarme, junto a otros más, para llevarme al hotel, dónde, por desgracia, sólo me bajé yo (y diría que tampoco llegó nadie de los que había volado en el mismo avión que yo).
Una vez instalado, me entero de qué excursiones se pueden hacer en el pueblo y me apunto a una llamada Visita a la Estancia Alice, que además daban de cenar. Las estancias cumplen a mi modo de ver la idea que tenía yo antes de ir a Argentina de las famosas haciendas y no es que haya cambiado mi idea, pero al no saber qué diferencia hay entre una cosa y la otra… Nos enseñan cómo se trasquilan las ovejas, cómo las pastorean, nos dan un paseo y nos cuentan la historia de la leyenda del calafate (que es un fruto de un arbusto) y nos dan de cenar. La verdad es que contando en un principio con que tenía la tarde perdida fue una experiencia agradable.
Día 3: mini-trekking por el Perito Moreno
En la vida había hecho yo trekking, aunque supongo que los fans del deporte que conozcan este mini-trekking se echarán las manos a la cabeza por haber utilizado tal palabra para darnos un paseo por encima del glaciar del Perito Moreno. Para llegar al glaciar hay que ir en barco, que es de lo más entretenido, porque a medida que uno se va acercando se van viendo más y más témpanos (aunque el plato fuerte de témpanos sería el siguiente). Lo más impresionante de caminar por el glaciar diría que es la experiencia de llevar los grampones puestos, pisar el hielo y quedarte enganchado, pudiendo caminar más o menos cómodo. Lo siguiente más impresionante son sin duda los distintos colores que puede tener el hielo compactado (un azul turquesa que cuesta de imaginar). Después del paseo de una hora y media nos encontramos con la sorpresa de que el grupo de monitores nos aparece con una botella de whisky, una mesa, y hielo, mucho hielo ;) Como ellos mismos decían: «el whisky será poco añejo, pero el hielo tiene más de 200 años».
Día 4: todo glaciares
Otro día más madrugando, como no iba a ser menos. Para colmo, vinieron a buscarme antes de lo acordado y la guía todavía me metía prisa mientras yo intentaba acabar de desayunar como un loco. El barco para navegar el lago Argentina era un catamarán bien grande, con bar y café calentito. Si bien no es que hiciese mucho frío, en el momento en el que soplaba el viento, ya fuese real o por culpa de la velocidad del barco, te morías. Mi pobre cámara de fotos (que supongo que de pobre no tendrá nada) sufrió de tanta foto que hizo. Haciendo rápido los cálculos y siguiendo al mismo ritmo, me iba a pulir el giga y medio que tenía de memoria en total.
Por alguna que otra razón, hoy tenía escrito en la frente háblame, porque todo el mundo se ponía a hablar conmigo, ya fuesen argentinos, italianos, belgas, …, ¡hasta españoles! (cáptese la ironía). Los glaciares (Spegazzini y Upsala) son preciosos y realmente impacta el ver una masa de hielo tan grande.
Volví al hotel sobre las 6 y sobre las 6.30 vinieron a buscarme para ir de nuevo al aeropuerto. Es curioso que las tasas aeroportuarias en Argentina se pagan totalmente a parte, después de haber hecho el checkin y antes de poder cruzar a la zona de embarque. En el avión de vuelta una mujer mayor se sentó a mi lado, mientras que el hijo y nietos de ésta se pusieron al otro lado del pasillo, como pasando un poco de ella… al final entendí el porqué :P Aunque durante un buen rato la conversación fue de lo más amena y me sirvió para aprender que el libro que estoy leyendo ahora, Anna Karénina, tiene una peli, de hace la tira de años, de la Garbo según me dijo ella.
La vuelta en taxi desde el aeroparque hasta el hotel fue una aventura de cuidado. El taxi en sí era un coche tuneao, pero no como hacen por aquí los maquinols, sino de una forma un tanto más artística (y diría cutre, pero más cutre que lo que se ve por nuestros lares…) y el taxista era una especie de viejo hippie que había visto demasiadas veces MadMax. Decidí no tomármelo muy en serio, para no morir de miedo, e intentar disfrutar del momento. Vamos, como el Dragon Khan.
Día 5: salida hacia Catamarca
Salida del hotel a las 4.40 de la madrugada (me había puesto el despertador a las 4 y lo apagué, abro de nuevo los ojos a las 4.30). El avión salía a las 6. Llegamos a Tucumán a eso de las 10. Cogemos dos todoterrenos alquilados y salimos hacia Andalgalá, pensando que no íbamos a tardar mucho en llegar. ¡Ja! Resulta que de carretera buena sólo había 60 kilómetros de autopista (donde además pudimos ver algo a los piqueteros en acción), luego fue todo caminos de ripio y subir y bajar una cordillera entera. En total, 5 horitas. Y menos mal que los coches eran todoterreno. Una cosa que me llamó mucho la atención de la citada cordillera (de la que no sé el nombre) es que de un lado todo era verde y vegetación abundante, mientras que del otro todo eran arbustos del desierto. Comimos por el camino, cuando el sol, a pesar del aire acondicionado, se hizo ya insoportable. Comida muy casera. Y salimos a 2 euros por cabeza.
Una vez llegados al hotel, pues se nota un poco que parte del grupo desconocía la semejante paliza que nos teníamos que dar y dedicamos la tarde a ver Cadalgalá, que tiene poco de interesante, pero donde se ve el vivo contraste entre Buenos Aires y las zonas más pobres de Argentina. Eso sí, locutorios y cibercafés para parar un burro. Resulta curioso que, debido al calor, las tiendas abren por la tarde entre las 6 y las 7 de la tarde, hasta las 10.
El lugar donde nos hospedábamos era una estancia, estilo algo similar a la de Calafate. Se ve que la lleva una familia, pero con un poco de falta de visión turística (cosa que no me extraña, debíamos de ser los primeros en la historia de Andalgalá), porque podría ser una mansión de cuasi lujo si tuviese cuidados los detalles, que no lo estaban para nada. Una pena.
Día 6: en medio del desierto
Teniendo Cadalgalá como base, salimos hacia Belén, que está como a unos 100 kilómetros. Sin asfalto de nuevo. Con tan mala suerte de que a mitad de camino nos damos cuenta de que el cárter de uno de los coches (en el que yo iba) se había rajado después de notar un golpe en los bajos hacía pocos kilómetros. Uno de los coches sigue hacia Belén, para llamar a la grúa o lo que se encuentre (no sabíamos lo grande que era) puesto que en medio del desierto no hay cobertura. Mientras esperábamos a la sombra de un árbol seco, aparece un hombre con lazo y machete que dice que viene de «por allí» y que va «hacia allá». No era precisamente del estilo de cocodrilo dandee, pero casi. No tardan en venir a buscarnos, para sorpresa nuestra.
La camioneta de remolque si que es la pera. Yo acompaño al conductor de la misma mientras remolcábamos el 4x4 y lo que me da pena ahora es no haber hecho ninguna foto de ese armatoste. Una Ford del 77, me dijo el conductor… «y todo lo que ves aquí, me lo he hecho yo». Lo que ves aquí era el salpicadero, pero no era lo único, cosa que me di cuenta cuando se agachó para poner el pedal del acelerador en su sitio. No se me olvidará nunca la conversación acerca de lo bien que funcionaba su motorizado. «Le he puesto un motor de camión»… Historias para no dormir ;)
Ya en el pueblo parece que el asunto no va a ser tan grave, nos traen un vehículo de repuesto por la tarde. Así que después de comer se divide el grupo y yo voy a Londres (el Londres argentino, claro está, igual que Belén), donde hay unas ruinas incas y así se pasa casi toda la tarde.
Día 7: la Rioja
Otra mañana en el coche, pero esta vez sí que conseguimos ir todo el trayecto por carreteras decentes (asfaltadas vamos). Como siempre un sol avasallador. Es curiosa la cantidad de plantaciones de olivos que hay por ahí. Todo eso antes de empezar a subir una montaña enorme en San Fernando de Catamarca, del que supongo que alguno recordará cierta canción (y no lo digo porque yo la conozca, sino porque subimos porque algunos conocían esa canción (y no se iban de Argentina sin saberlo también)). En la Rioja (también argentina) tampoco hay mucho que ver, aunque comimos mucho mejor que el resto de dias (que tampoco era nada malo). Intentamos ir a un mercado de artesanía, pero nos lo encontramos cerrado.
Día 9: de vuelta a Buenos Aires
Cogemos un avión a las 9 de la mañana, ya con ganas de llegar a terreno más civilizado como puede ser Buenos Aires. La gente a la que tenemos que devolver los coches aparece a las 9 y pico, cuando el embarque había empezado a las 9. Paz y tranquilidad tienen algunos…
Una vez en Buenos Aires, me acerco a la agencia de viajes con Carlos y llega el momento de la verdad: el billete no es para el sábado como pensábamos mi madre y yo que era en un principio, no no. Es para el domingo. Cosas de Air Madrid supongo. También es que somos más despistados que la una, porque las fechas del billete están cambiadas desde el 10 de Agosto (teníamos el billete comprado desde Julio). Total, a ver si podemos quedarnos una noche más en el hotel… La mala pata es que no, que no hay ni una sola habitación libre…
Por la tarde quedo con Mariela (esta vez sí), que además, gracias a que trabaja en una agencia de viajes intercede en el mismo hotel para ver si nos consigue la habitación para la última noche. Damos un paseo e intentamos ir al Gran Café, que es el café más antiguo de Buenos Aires, pero hay cola. Así que buscamos otro por ahí cerca y empezamos a contarnos nuestras vidas.
Después del café me reúno con el resto del grupo, había quedado para cenar. Y llego tarde, con lo que sólo me queda tomar postre, cosa que aprovecho ;)
Día 10: Montevideo
Buquebús a las 8.30 de la mañana. Destino: Montevideo, capital de Uruguay. Resulta que Charo y mi madre tienen un amigo ahí. Yo me apunto, a ver qué pinta tiene el país de arriba. Me paso todo el viaje en el barco durmiendo (unas 3 horitas) y cuando llegamos es casi la hora de comer (hay diferencia horaria con respecto a Argentina, una hora más). Así que damos una vuelta y nos reunimos con el hombre este, que ha estado en la tira de sitios y nos cuenta cien mil anécdotas.
Ya aconsejados, por la tarde vamos a ver el barrio del Cerro, el monumento a los desaparecidos y alguna cosilla más. Acabamos dando una vuelta por el centro de Montevideo. Uruguay tiene 3 millones de habitantes y su capital 1,5. Supongo que puede costar encontrar al 1,5 que vive fuera de Montevideo… Todo es bastante más caro que en Argentina (que se me ocurre a bote pronto casi el doble). La vuelta en avión, a eso de las 10 de la noche, aunque salimos con retraso.
Día 11: de compras
Puesto que teníamos un día más de lo esperado, el último ya fue para pasear por Buenos Aires y quedar de nuevo con Mariela para ir de compras.
Día 12: de vuelta
De vuelta, por fin. Molido. Siento si esta entrada es un poco peñazo, se queda para dejar constancia para la posteridad. Qué ganas de acabar ya de escribir…