Aterrizando...
Por Luis Peralta
Hace un rato comentaba el fin de mis historias germanas. Con esta entrada inauguro la nueva sección de historias de los madriles, donde acabarán todos los posts que tengan que ver más o menos con la rutina diaria y no relacionados con mis ralladas mentales.
Os pongo un poco en materia: llegué el día 15 a Madrid, sin pasar por Castellón. Hasta Madrid llegué con Jose, cosa que me permitió facturar 35 kilos de equipaje en el aeropuerto. Durante el resto del día no hice nada especial más que deshacer un poco el equipaje y pasar un rato con mi hermana, que vive aquí, además de con Javo, que me invitó a cenar a su casa (viva la hospitalidad). Lo que sí que hice fue llamar al 1004 de nuestra queridad Telefónica para contratar la línea cuando antes (la línea me da un poco igual, pero el vicio es el vicio). El día siguiente lo empleé para papeleo: no tenía ni tarjeta de la seguridad social ni cuenta en un banco con suficientes oficinas por aquí. Por la tarde me fui a mi nueva empresa, a firmar el contrato. Las condiciones que describía el contrato fueron las mismas que las negociadas por teléfono desde Alemania, lo que me tranquilizó (conocía experiencias que me habían hecho dudar). Como anexo al contrato creo que también dije que les vendía mi alma durante la duración de mi estancia en la empresa. Justo después me engancharon ya el primer día para una reunión de departamento (que se hace una vez al mes). Fueron dos horas de jerga de consultora, toda llena de siglas, donde además se me presentó a mí y al resto de los nuevos a los ya veteranos. Yo, desde luego, no contaba con que la reunión fuese así, por lo que salí super torrado. Sin embargo, lo que sí se aprecia con respecto a Alemania es la confianza inherente que hay entre compañeros de trabajo, porque si bien ir a la oficina fui en metro (una hora que me cuesta), volver volví con algunos de mis nuevos compañeros, lo que dice mucho de por sí (en Alemania, me lo preguntó Matthias después de llevar tres meses currando por primera vez). Bien, eso fue el primer día y medio en Madrid.
El jueves fue mi primer día de trabajo. Las primeras impresiones son un poco duras, pero es lo normal después de haber visto cómo se trabaja fuera. Empezamos:
- Estamos en una sala como 50 personas, sin cubículo, con las mesas unas pegadas a las otras.
- Mi PC es potente, pero tiene una pantalla de 15", que no es lo más adecuado para una persona que se pasa más de 8 horas al día trabajando con el ordenador. Sin embargo, no soy el único: el que no tiene PC tiene un portátil con pantalla de 14" y trabaja todo el día ahí (lo que me parece un poco locura desde el punto de vista de la salud).
- El café, cocacolas y chocolatinas son de pago.
- No hay pizarras.
Puede parecer que me quejo en exceso. Y así es. Hay mucho contraste entre trabajar fuera y en España, sobre todo en cuanto a lo que mima la política empresarial al empleado. Me da la sensación de que aquí los sindicatos no existen: si te mandan hacer más horas, las haces. Allí, si te quedas más es porque quieres, porque estás cómodo. Y tonterias como las bebidas gratis son fundamentales. Del trabajo poco puedo hablar, una porque no he hecho mucho a día de hoy y dos porque en el anexo del contrato aparecían unas cuantas cláusulas que tendré que revisar. Por supuesto, no se me permite revelar tampoco los nombres de los clientes. Y lo que no voy a hacer, por motu propio, es revelar el nombre de la empresa donde trabajo, digamos que como mecanismo de autoprotección, aunque no tenga ninguna intención de poner verde a nadie en absoluto.
El finde ha estado bastante bien. El viernes con Javo, Miguel (un colega suyo) y Ramón (el que se vino a Múnich dos meses de vacaciones), de copazos hasta morir. Y el sábado me tocó madrugar, tenía que comprarme algo de ropa semidecente para el trabajo (aquí lo del ingeniero geek parece que no se estila). Y ayer sábado fui a ver el fútbol (acabáramos) con Pilar, que acababa de llegar de Múnich para pasar el finde, y tomar algo de picoteo. Más tarde nos reunimos con un par de amigos suyos (que a partir de ahora van a ser mios tambien ;) y nos fuimos a tomar algo por Malasaña. Y hoy de descanso y arreglar la casita.
Básicamente, así han sido las cosas y así se las hemos contado. Quizá debería añadir un poco de subjetividad a mis narraciones, porque simplemente me he dedicado a enumerar acontecimientos. Así que vamos allá: no creo que tenga ningún problema en construir de nuevo un trozo de mi vida aquí, pero tengo la sensación de que el trabajo podía ser mejor. El tiempo dirá.