Quemando galletas ajenas
Por Luis Peralta
Hoy me disponía a cenar unas baguettes (que no tienen nada que ver con la barra de pan francesa, sino con un invento de comida basura muy parecido a la pizza), con lo cual me he ido a la sala común a encender el horno, para que fuese calentando.
Ramón estaba por aquí, a ver si le podía imprimir unas cosas y tomándose una cervecita, con lo que no estaba yo muy atento a nada en concreto. El caso es que cuando he ido a poner las baguettes en el horno, me he encontrado el horno apagado y las ventanas de la sala abiertas a más no poder (qué rascaaaa). Ah, si, además se olía un olor a chuscarrao del bueno.
Total, he vuelto a encender el horno, todavía caliente y he metido mi cena con la esperanza de que en quince minutos podría calmar mi hambre. Hemos pasado un buen rato charlando, para más tarde llegar Dani y seguir las profundas conversaciones filosóficas que nos traiamos entre manos. Éso ya mientras yo cenaba.
Al rato, ha llegado una vecinita con una bandeja de galletas para meter en el horno. Y, entonces, se me ha iluminado la mente: resulta que había enchufado el horno sin antes comprobar si había algo en su interior. Pues sí, soy yo el culpable de haber quemado las galletas de mi compañera de planta y del olorcillo a chusca que impregnaba toda la habitación.
Por supuesto, mi vecinita debía saber que había sido el espabilao del español el que le había quemado su maravilloso postre. Pero no me ha dicho nada y yo a ella tampoco. Y, por si fuera poco, el hábil de Dani le ha hecho la pertinente pregunta de Was ist das? cuando la chica volvía para recoger sus galletas. La respuesta ha sido algo así como galletas, pero en alemán (los tres sabiamos qué es lo que eran) y que si queriamos probarlas. Resultado, una bandeja y tres galletas que la chica ha perdido porque sí. Dani es el mejor.