Un colador menos
Por Luis Peralta
El diálogo fue tal que así:
Dani: Oye, Luis, ¿me dejas tu colador? Es que no tengo y lo necesito para hacerme la comida hoy…
Luis: Claro, pásate cuando quieras.
Maldita la hora en la que se me ocurrió dejarle a Dani mi colador de plástico. Resulta que se ha mudado a una habitación individual el chico, y ya no tiene a su querida Anita ni a sus preciados utensilios de cocina. Total, que tiene que empezar a montar una habitación desde cero (y eso lleva su tiempo).
Las habitaciones aquí son todas muy similares, cada edificio las tiene con sus particularidades, pero digamos que en el número de metros cuadrados o la distribución del espacio son todas clavadas. Hay sutiles diferencias, como la no existencia del plato de la ducha, la organización de la supuesta despensa o que los mandos de los fogones están intercambiados.
Pequeños detalles, sutiles, ínfimos, que pueden hacer que le jodas el colador al vecino de turno (osease, yo). Resulta que al colega no se le ocurre otra cosa que prepararse un té mientras se da una ducha. Al salir de la misma, se da cuenta de que no se ha calentado el agua… para verle la cara vamos. ¿No le funcionarian los fogones? Sí, pero puso a calentar mi colador. Consecuencia: el colador es más colador que nunca, porque tiene un boquete del tamaño de una pelota de fútbol y creo que ahora sólo lo vamos a poder utilizar de frisbi cuando llegue la primavera, porque para otra cosa…
El muchacho ya ha prometido comprarme uno. Uno para mí y otro para él, supongo. Porque yo no se lo vuelvo a dejar :P